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Agustín Hidalgo Johnson

De lo que sucedió cuando el ingenioso hidalgo recibió la visita de los bribones

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nadie quiere que estén ahí
pero están y
se mantienen
algunos las mirarán con ternura
otros con
odio
pero están
y se mantienen
las cortan
se mantienen
las malezas
vuelven a aparecer
y desaparecer
y aparecer
aunque nadie quiere
que estén
se mantienen
ahí

*

allá lejos, en un fondo descuidado, aparecen los personajes
desordenados pero
hermosos en eso, no
como que lo hacían bien
con unos movimientos contestatarios
aireados y tensos
músculos y pieles
frágiles y morenas
pero dentro de ese caos ordenados en la mirada
colegas
ya no multitud o una potencia que aparece
se ven vestidos y desvestidos
con una luz especial
que les da una altanería
de la cumería
de la escupidera
en sus suavidades
secretistas
asímismas
segregadas
que golpean
me golpean
la puerta y entran
y entran las visitas
y hay que recibirlas
con té.

*

hay algo que no me deja decir
lo que tengo que decirte
he aplastado continuamente
(con intérvalos sucesivos
sin ese pedacito de vacío
de la meditación llena/la habitación llena)
a mis bribones que
aparecen y aparecen
y llaman y llaman
con la autoridad de estar pegados
al suelo, al mar, a las montañas
pero de espaldas
volteados y trepando el aire como una ficción
¿cuánta tierra cabe en este hoyo infinito?
su interpretación de la voz fue perfecta
mientras yacían acongojados
cantaban en un tono único
no por ser fenomenal sino
por carecer de variación
quizás lo fenomenal es lo que carece de variación
eran tan hermosos
que formaban del suelo
una tela de lunares estridente

la voz era perfecta y casi caigo en el error y les develo mis secretos
cosa que me haría trabajar gratuitamente
para los bribones
ellos
que intercambian su corazón por un mandato
o por una cajita vacía que late
tenemos miedo
tenemos miedo
a que me chupen, lastren, releguen, acaudalen, quiten, amen, circulen sin pausa hasta
confundir las
células del aire o que una lámina de oro se interponga en el camino de la luz y sólo
queden las
sombras de nuestros movimientos
me gusta ver esas facciones del dolor cuando se acaba la faena
o cuando la faena en su dolor es una gustosa facción
o una inoperante forma
manera de ser.

*

vi en la casa de
la Gabriela Mistral
unos visitantes horribles
que miraban sus reflejos
en las vidrieras y
que de repente se daban
cuenta que cerca pero
lejos de ellos estaban los
poemas, las cartas y
toda la papelería de la
señora que cuando
se pone seria
se pone seria
y me recuerda a
una tía o
no me recuerda a
nadie, quizá
me gustaría que me
recordara a una
tía-abuela
sería un poco poético

que entre los papeles
apareciera un
pariente y
que mientras
los visitantes
se miran
unos a otros como si fueran
ellos mismos
ocultos y transparentes
apareciera alguien cercano
un pariente, alguien con
quien conversar y sentir
sus pasos de baile en
el salón, en la casa
misma, sola y
habitada y que en sus
pasos, en sus alientos que
de repente son un sólo
viento y torbellino
esté ahí inscripta
la historia
misma de la pedagogía
con esa cara
tan dura y a la vez
tan cercana como
un aprendiz de yoga
o de esoterismo
mientras nos desconcentramos
mirándonos a nosotros mismos
en ese cruce
en ese
juego
aparecen nuestras caras
que conforman
la luz de una
habitación morena
morocha, una
danza como
las estrellas que
rodean a la mama
lluca
una forma de identidad
una papelería oculta
detrás de nosotros mismos
me dijeron que
la Gabriela Mistral

escribía sentada en una
silla con una tabla
en las piernas
dicen
como esas extrañas
noticias que no se pueden
comprobar y que por lo tanto
merecen ser verdaderas
que esa tabla
la sacó a
flote una vez que
el país se inundó y
no la aceptaron
en el arca
de Noé
dicen y dirán
que nosotros
los bribones
podemos gritar
pero que el río
Elqui suena más
fuerte
a veces
cuando mengua el
alboroto.

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