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Orlando Mondragón

XVIII

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Pesa entre quince y treinta gramos.
Mide de cuatro a seis centímetros.
La tiroides
es una mariposa
abrazada al cuello.
Qué sencillo explicar con palabras
los lugares del cuerpo.
Decir árbol bronquial
y que nazcan ramas buscando oxígeno.
Decir pupila
y que una niña se siente al centro de los ojos.
Pero cuando mi amiga dice
cáncer
es otro el animal
de su tráquea.


Dice cáncer y la sangre,
la piel, el frío
se astillan.


Mi amiga sonríe
como si no le importara.
Se ha entrenado para no mostrar
emociones
en momentos así.
Pero esta vez no le sirve
su bata blanca
ni la máscara de compasión
que usa en los pasillos.
Es ella quien debe darse la noticia.
Se concentra en la acción
para no pensar en lo que sigue.


Diagnóstico. Pronóstico.
Tratamiento.
En otros términos:
destino.


Mi amiga dice cáncer
pero no se aflige. No quiere.
No tiene tiempo.
Quiero ofrecerle
una palabra que adelante los días
y ponga mi brazo en las agujas.
Qué delgadas son las palabras

para decir
y que no se rompan.


Quizá soy quien más teme.
No al desenlace
sino a su cercanía.
A mi propia garganta.
Todo este tiempo miré la enfermedad
como quien ofrece
su vaso de agua al incendio.
El rescatador,
no el rescatado.
Pero la realidad siempre ha sido
una casa de espejos
que nos hace preguntarnos
sobre el lugar donde observamos.


Mi amiga acerca
mi mano a su garganta.
¿Quieres sentir? Toca.
¿Lo sientes?

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