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Ítalo Berríos

Epílogo

(Trinkao)

 

De pronto vi marcharse una a una las olas.
El hueco del océano bullía de infinitos lamentos,
manos arañaban una orilla colosal;
huesos cuyo crujido ensordecía a Dios.
Develados, los barcos del tiempo
—de todo aquel tiempo

sumergidos—
se contaron por miles.

Naufragios de noche y de tormenta por fin revelados
cientos de ángeles cayendo en espiral más veloces que la luz
clavando sus espadas contra el barrizal.
Ahora más inmenso
el ojo podrido de la aguja
para que pasemos por él
carne y esqueleto sangrantes.
Cúmplase la sagrada palabra.

De En una carretera al fin del mundo, 2020, 

El Kultrún ediciones, Valdivia.

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